sábado, 18 de septiembre de 2010

-¿Me recuerdas?- Le pregunto inocentemente. –Una vez te di mi nombre…-

-No lo recuerdo, pero… tu cara se me hace familiar- respondió de manera indecisa.

Tenía grabado en su mente un recuerdo, un recuerdo más que nada lujurioso, que le ardía y le creaba dolor al pensarlo. Había borrado su nombre por completo, lo había enterrado en el olvido en el intento de hacer desaparecer a esa persona de su vida y ahora ya no podía hacerlo volver. “De esa historia solo quedan los recuerdos y el olvido” pensó, así era. Los recuerdos se mezclaron con el olvido, algunos quedaron otros se fueron para siempre. Los que quedaban nunca se irían y los que se habían ido jamás volverían. Era una cruel realidad… los mareaba y los hacia dudar, y cuanto ésta llego a su fin la muerte se encargo de no dejar rastros de aquella fábula que nunca ocurrió.

The Vioelt Rose,,

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