Querido Diario Íntimo:
Me estaba yo preguntando, ¿Por qué uno se
expresaría a través de un pedazo de hoja, como si le estuviese hablando a
alguien?
Es como hablarle a Dios, sólo que en este
caso, podemos afirmar que no existe. Que
no hay nadie que escuche ni lea.
Como sea. Hoy voy a hablarte de un
muchacho. Un muchacho muy lindo y muy poco refinado, que me he cruzado por la
calle.
Me ha invitado a su departamento, a darle
de comer a su elefante. Por supuesto que acepté su invitación.
Al llegar a su humilde morada, tardé en
darme cuenta que la idea no era darle de comer a su elefante, sino que yo, me
lo comiese a él. ¡Qué Bárbaro! Creí que
no iba a entrar en mi pequeña boca semejante cosa… Pero entró.
Luego me ofreció una especie de té
azulado, lo tomé con gusto, extrañamente, sabia a azul.
Al hablar, me ha confesado pensamientos y
sentimientos realmente muy profundos.
¡Me ha dicho que le gustaba el color
naranja, que los fideos los comía únicamente con manteca y que quería mucho a
sus hermanos!
Me ha contado tanto de él que me he
quedado impresionada.
¿Su edad? No, no la sé. Pero es seguro
que no era demasiada. Aun que él afirmaba, eso si, haber vivido ya mucho.
Me ha confesado también, que pensaba mucho,
como si fuese un gran merito. ¡Qué Extraño! Con eso si que me ha dejado
impresionada… Me ha hecho cuestionarme si acaso yo no pienso.
La parte más divertida fue cuando me saco
la ropa. Desabrochó mi sostén con una sola mano, en menos de tres segundos. Me
extraño entonces, que para desabrochar su pantalón haya usado las dos. ¡Qué
Bochornoso! Yo no quise estar ni por encima, ni por debajo de él, así que
decidí desabrochar el mio con una mano y media.
¡Perdón! Debo disculparme y corregirme
ahora. La parte más divertida ha sido, en realidad, cuando introdujo dos de sus
dedos en mi entrepierna. Posé mi mirada en el espejo que estaba frente a mí, vi
como todo, lentamente, empezaba a reflejarse en un tono rojizo y oscuro… Y
mientras él se iba introduciendo de forma brusca cada vez más y más en mi, yo
no podía dejar de notar como el tono rojizo del reflejo, se hacía cada vez más
y más real. ¡Qué Placentero!
¡He pasado con él un día entero!
Lo invité a que jugáramos. Dijo que no había
forma de que él perdiera. ¡Cuanta Modestia! Me ha hecho cuestionarme
nuevamente, ¿Acaso ya había jugado conmigo? ¿Acaso me advertía? ¿O simplemente
rechazaba mi juego de mala forma?... Su falta de emoción logró desanimarme.
¡Tanto me desanimo que ya no me dan ganas de escribir!
¡Ha sido un día realmente entretenido! Me ha sorprendido darme cuenta... Que con el correr del tiempo, podría haberse vuelto realmente aburrido.
The Violet Rose,, (O alguien similar)
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